La Gran Inauguración
Todo
estaba preparado para la gran prueba. Después de años de trabajo y dedicación,
al final estaba la Gran Ciudad Móvil terminada. En el puerto de Factoría se
reunieron todos los curiosos y periodistas que pudieron caber, nadie se quería
perder tan importante evento. Mientras tanto, en la cubierta de la nave se aglutinaban
las más altas autoridades de Tierras Natales: regentes de todo tipo rodeados de
ricos empresarios y políticos de distinta índole.
La Gran Ciudad Móvil antes de la inauguración. |
Y
arrancaron los motores de vapor.
Primero
sonó un crujido, como si toda la ingente estructura se quejara por el esfuerzo
de hacerse mover. Luego toda la cubierta vibró mientras las hélices empezaban a
rotar cogiendo cada vez más velocidad. Las autoridades y la tripulación estaban
en silencio dando todo el protagonismo al ruido de las hélices, y de pronto,
con una sacudida, la bestia de la ingeniería empezó a volar. Los vítores y las
exclamaciones de éxito saltaron al aire… para ahogarse rápidamente cuando la
nave se escoró a la derecha sin ánimo de parar.
El
capitán Durwam era un experto piloto de grandes aeronaves mercantes, claro que
nunca había tenido una nave tan grande a su cargo (nadie de hecho lo había
tenido jamás). La experiencia no evita los nervios, nunca lo hacían, lo que
hacia la experiencia era aprender a controlarlos. Sin embargo, esta vez el
temor se cruzó en su mente cuando la Gran Ciudad Móvil empezó a ladear a
estribor. Maldita sea, pensó, si seguía así chocaría contra el puerto… ¡allí
había miles de personas!. Volvió a revisar las lecturas, toda la maquinaria iba
bien, ¿Qué estaba pasando?. Con un giro del timón intentó contrarrestar el
movimiento y estabilizar la Gran Ciudad Móvil, sin mucho éxito.
La
puerta se abrió de golpe y el ingeniero jefe Ringqvist gritó “¡Parad los motores
de babor!”. Instintivamente, el capitán Durwam sabía que tenía razón. La orden se
ejecutó y la nave volvió a bascular hacia su horizontal. La sacudida provocó
que las autoridades de la cubierta dieran el mayor salto de su vida, pero
aparte de moratones y algún hueso (o engranaje) roto, no hubo mucho más que
lamentar.
El
ingeniero jefe Ringqvist había percibido el problema antes de que la tragedia
se culminara. Con las prisas de la inauguración se había cometido un error de
bulto, las hélices no estaban simétricas. No hubo tiempo de hacer una revisión
completa de la nave, simplemente se dio por hecho que un fallo tan garrafal no
se iba a producir.
El
incidente llenó los periódicos durante meses, la cuadrilla de gnomáticos
encargados de construir esa parte fue vilipendiada por la opinión pública, un
clan famoso por su buen hacer en la ciudad de Iris que difícilmente iban a
superar esta crisis. Mientras, el ingeniero jefe Ringqvist y el capitán Durwan
fueron condecorados por salvar el día.
La Gran Ciudad Móvil tras arreglar la simetría de las hélices. |
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