Una vidriera

Afani Suurlam era un afamado espía psiónico dentro de los grupos más selectos de la política amanarantina. Medía un metro setenta, vestía una camisa oscura con un pantalón del mismo color y siempre llevaba una coleta sujetada por dos grandes agujas metálicas que adornaban su largo pelo negro.

Pues bien, Afani era un hombre tranquilo que disfrutaba de los pequeños placeres cuando no estaba de misión. Por eso se enfadó especialmente cuando ese asesino entró rompiendo la vidriera de su salón (le había costado algunos favores no muy honrosos conseguir que el prestigioso artista Arnos Delatte se la diseñara) esparciendo los cristales por toda la sala y apuntándole tan impúdicamente con un revolver. Harto de estos aficionados que prefieren el ruido al sigilo, Afani transmutó su revolver en un inútil palo de madera, el asesino (un tecnomante a juzgar por los pequeños engranajes que se le veían en el cuello), sorprendido, buscó entre sus ropajes una daga pero nunca llegó hasta ella. Afani usó sus poderes telepáticos y se metió en su mente, vio claramente la escena: el concejal Marteyn Steel del partido futurista le había contratado esta misma mañana. Afani soltó un suspiro y volvió a trastocar la mente del intruso, esta vez para borrar de su memoria su último día de vida. Cogió una pequeña bolsa y se cambió de traje. Alguien le iba a pagar la vidriera esta misma noche.

A las pocas horas Afani ya estaba en los exteriores del edificio en cuyo ático se encontraba la vivienda del señor Steel. Afani transmutó sus manos en dos enormes ganchos y empezó a escalar por la única pared donde no había ningún guardia cerca. La ventana daba a una pequeña biblioteca y desde allí se podría acceder al dormitorio donde resonaban los ronquidos del concejal. Afani cogió una cerilla y encendió una de las lámparas de aceite de la habitación. El señor Steel se movió, sorprendido y adormilado mientras intentaba formular una frase coherente.

-¿Eh? ¿Quién…?-

Lo siguiente que salió de su garganta fue grito cuando Afani uso su telequinesis para mandar las dos agujas de su coleta desde su pelo a las muñecas del señor Steel, crucificándole en su propia cama. Marteyn Steel, como buen futurista y tecnista era un tecnomante, uno de esos autómatas con cerebro y corazón orgánico, así que no sangró.

-Por favor, no me mate- suplicó el tecnomante.

-¿Cuál es la combinación de la caja fuerte?-

-¿Si te la doy me dejarás libre?-

-Si- Dijo Afani mirando a los ojos del concejal.

En un susurro Marteyn Steel reveló el código que guardaba su dinero… y sus secretos. Afani observó el interior de la caja, un pequeño tesoro y varias cartas y contratos de dudosa legalidad. Cogió solo lo necesario para comprar los servicios del afamado Arnos Delatte y dejó el resto, no quería que esto pareciera un robo. Volvió a la cama del crucificado. El señor Steel le miraba suplicante, esperando ser liberado, y lo fue pero de otro modo. Las dos agujas volaron hasta sus cuencas oculares y se hundieron hasta que el tecnomante dejó de patalear. Afani recuperó sus agujas y las guardó en su bolsillo.


Afani Suurlam era un hombre de palabra y ahora iba a tener una nueva vidriera.

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